viernes, 24 de diciembre de 2010

“El Borracho que Plantó un Árbol”


Los ojos precarios del olvido me anuncian que no hay tiempo para llorar.
Todo lo triste la lluvia lo borra.
Todo lo bueno está en mi mochila negra.
Es así…
El amor es un tic nervioso
y no existe dolor que tape este odio.
Y si viste la luna comiéndose al sol,
viste lo feo de saber quién eras.
Yo no tenía la llave pero tampoco tenía la puerta… ¿Y?

Quemaste mis manos y te fuiste corriendo.
Solo te acercabas cada vez que un whisky te enloquecía.
En cambio, yo nunca fui Mick Jagger
para sentir que estaba pasándola realmente bien

Es más…
Ahora te detesto tanto que soy capaz
de pegarle un tiro a mi memoria
o envenenarla con ácido sulfúrico.
¡No puedo pisar tanta demencia!

Una mosca comemierda
es mucho más limpia.
Sabe cuanto huele y se va.
No maneja a otras moscas
ni recomienda su comida…

Y aún así,
de las borracheras aprendemos,
y en ese estado decadente,
lo que decís resulta más fácil que lo que pensás:

NO LASTIMES NUNCA AL ARBOL

Y EL ÁRBOL NO TE LASTIMARÁ…

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